sábado, 16 de enero de 2010

Mas del Gran Cuaderno



"El gran cuaderno" es una cruda y brutal fabula de dos niños durante la guerra en un pais y tiempos indeterminados.
Los gemelos son abandonados al cuidado de su abuela y para sobrevivir practican bizarros ejercicios de insensibilidad fisica y moral, ademas de escribir sus experiencias en un cuaderno exponiendo de manera descarnada y directa la ambiguedad de la ternura, la crueldad y la moral del ser humano en tiempos de guerra

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El gran cuaderno es un tratado de ética, sí, pero no al uso. Agota Kristof acaba de un plumazo con la idea convencional de la infancia inocente. El niño es sin duda inocente, pero ¿en qué consiste, en realidad, esa inocencia? Suele confundirse el término con uno de los dos polos de la moralidad: entre el bien y el mal, la inocencia se entiende como carencia de maldad; la inocencia es pureza y la pureza es el bien. Pero no es así; la inocencia es ese estado que se sitúa más allá del bien y del mal porque es anterior a toda moral.

Para los gemelos que, por los avatares de la guerra, vienen a parar a la casa de la abuela, a quien la gente del pueblo llama la Bruja, aquél es un cuaderno de bitácora, un diario de supervivencia. Anotar es un ejercicio que se autoimponen. Anotan con objetividad y precisión: estiman correcta la redacción cuando han eliminado todas las palabras que determinen una apreciación subjetiva. De esta manera, el relato va a la par con la educación de su espíritu. Ésta es la finalidad de los ejercicios con los que se adiestran: de inmovilidad, de ceguera, de ayuno, de crueldad, de mendicidad, o de "endurecimiento del espíritu" (mirarse a los ojos y decirse ciertas palabras hasta que éstas pierdan su significado, lo mismo con los insultos que con las palabras "antiguas", las que hay que olvidar, palabras amorosas que ya nadie les dice; al perder significado se atenúa el dolor que conllevan). Ejercicios, en su mayor parte, de indiferencia, la única sabiduría que en circunstancias límite permite sobrevivir. La compasión, de la que demuestran no carecer, será administrada según sus propias normas, con asombrosa claridad práctica, demostrando no sólo que es la intención y no la naturaleza de los actos lo que determina su valor moral, sino también que la indiferencia desarticula el sistema de valores sin el cual la moralidad carece de sentido.

Extracto de el articulo de Chantal Maillard